domingo, 30 de enero de 2011

Au revoir Madrid!

Después de volver a mi casa, tenían que pasar unos días más para volver a Francia. Diría que estos días fueron a la vez los mejores y los peores. Los mejores porque ya sabía que tenía casa allí y no tendría que llegar y alojarme en un albergue de jóvenes mientras buscaba alojamiento a contrarreloj. Los peores por dos motivos: El primero porque esos días tuve que hacer malabarismos con el tiempo que me quedaba: intentar disfrutar al máximo del tiempo que me quedaba allí, terminar un montón de cosas de la universidad, pasar lo que quedaba de navidad con mi familia, planificar qué cosas me iba a traer a Francia, quedar con un montón de gente para despedirme… y el segundo motivo es porque ya sabía que me quedaba poco para venir. No quiero que se me malinterprete, no es que no quisiera venirme, o que haya venido con una pena enorme, pero es verdad que en cierto modo vine un poco obligada (por mis estudios), y que me daba mucha pena por dejar allí a toda mi gente (sobre todo a mi novio), incluso sabiendo que  lo más probable es que después recuerde la experiencia como algo maravilloso en mi vida.
Mi autobús salía el día 12 de enero a las 20.30h. El mismo día tenía un examen de literatura que me habían adelantado, pero al final terminé hablando con la profesora para dejarlo para septiembre, porque realmente no había tenido tiempo para estudiar (por los motivos citados antes). Preferí posponer el examen a septiembre ya que al menos tendría tiempo para prepararlo bien, y no hacerlo el día 12 para “por si acaso” sacaba un “5 raspao”. No, yo no soy así, me gusta hacer las cosas bien, o al menos intentarlo.
Para hacer la maleta… Qué risas jajajaja. El grupo de facebook “esta maleta la cierro yo por mis cojones” tiene más razón que un santo. El lema de Pascual y mío fue “Colocado, cabe.” Bueno más bien suyo, porque a él le dejé el trabajo sucio, o sea, cerrar las maletas. (Abajo dejo unas fotos que hicimos).
Cuando terminamos las maletas, cogimos el coche y para la estación (las terminé de hacer el mismo día 12, unas horas antes de marcharme). Ya en el coche, se me caían algunas lagrimillas disimuladas, la verdad es que estaba tensa. Y cuando llegamos allí… La espera se hizo rara. Estaba con mi padre, mi madre, mi hermana y mi novio. Risas nerviosas, impaciencia y a la vez un sentimiento de no querer irme. Cuando ya estábamos bajando las escaleras mecánicas, un mal presentimiento de “me he olvidado algo”. (Como en la película “solo en casa” cuando la madre se da cuenta en el avión de que se ha olvidado algo y grita “KEVIN!”) pues igual, sólo que para mí me dejé algo más importante: el cargador del portátil. No me lo podía creer, juro que hice una lista de las cosas importantes que debía coger etc. y no se me ocurre otra cosa que dejarme el cargador del ordenador. El rímel, las cremas, los pendientes, etc. sí, pero tengo los santos huevos de dejarme el cargador. Bueno, no pasa nada, mi madre me lo enviará por correo (lo siento por ella y su monedero). Y allí abajo, antes de hacer el “check-in” de las maletas, una llamada al móvil. Mi amiga Laura, (la gabachina jaja), que había venido a despedirse por sorpresa. Qué ilusión me hizo J
Cuando ya sabemos el bus que es etc. metemos las maletas, y llegan las despedidas. Bueno creo que mi madre ya estaba llorando antes de meter las maletas. Abrazo a mi madre, se me caen los lagrimones, más lagrimones… Hasta que me suelta “Hija, no pases hambre”, como en las películas de la segunda guerra mundial en la que los padres se despiden de su hijo. Carcajadas. Carcajadas entre llantos. En vez de irme de Erasmus a Francia, parecía que me iba a un país del tercer mundo a morirme de hambre. Abrazos a todos, a mi hermanita, a mi padre, mi novio, Laura… Y al bus. Me siento, y entonces es cuando me doy cuenta. Me voy. Me voy ya. Me voy sola, ahora sí que sí. Antes lo pensaba, lo preparaba etc. pero parece como que todavía te quedan unos días y que ya te irás, aún no. Pero en ese momento sí que me di cuenta de que me iba de verdad. Entonces sí que empecé a llorar más. Más que nada también, por mirar por la ventana del bus y ver a mi familia y mi amiga despidiéndose de mí, algunos llorando, recordándome que me querían. En fin, el bus arranca, y yo tenía pensado coger mi ipod, ponerme la música y dejar de lloriquear. Pero, un chico se me acerca y me dice “¿Puedo sentarme a tu lado?”. Le dije que sí, claro, y se sentó a mi lado. El chico se presentó, empieza a hablar… La verdad, el chico era simpático, pero en ese momento lo que me apetecía realmente era “hacerme una bola”, escuchar mi música y pensar en mis cosas. Pero bueno, me tiré casi todo el trayecto hablando con él al final. Algunas veces me dormía, otras me despertaba (porque no voy cómoda en esos autobuses), y al cabo de unas cuantas horas, me despierto, miro por la ventana, y empiezo a ver carteles en la carretera en francés. Habíamos pasado la frontera y estaba sopa, pero no pasaba nada ¡ya estaba en Francia! Cuando llegamos a Burdeos, veo un cartel “Bordeaux”. Me despedí del chaval, bajé y a coger las maletas. La verdad es que iba como una mula, dos maletas grandes de ruedas, una en cada mano, y una mochila que iba a reventar a la espalda. Ya tenía pensado lo que hacer: ir a la estación de tren y coger un taxi. Realmente la estación está cerca de mi casa, a 10 minutos andando. Pero no es lo mismo 10 minutos andando cargadísima y a las 5.30 de la mañana. Veo un taxi… levanto la mano para pararle… no me ve, se va y encima se me cae la maleta al suelo. Por fin veo un taxi libre y voy a hablar con él. El taxista me lo advierte “Estás a 10 minutos andando y te va a costar 10 euros, que es lo mínimo”. Lo sé, pero no puedo con tanto peso, y además me da un poco de miedo. Cuando llego al portal, meto las maletas, para subirlas…. Qué odisea. Yo intentando no hacer mucho ruido para no despertar a los vecinos, pero era imposible no hacer ruido, no podía llevar las maletas levantadas porque pesaban mucho y tenía que ir escalón por escalón, y por supuesto primero una maleta y después otra. Además, es un edificio viejo y las escaleras son casi de caracol y son estrechas. Cuando llego, un chute de terbasmin (me asfixiaba porque soy asmática, y si hago mucho esfuerzo con mucho peso me asfixio). La casa, increíblemente cambiada, ¡¡ qué alivio!! Las paredes blancas, el suelo cambiado (tarima flotante), la placa de cocina nueva, la mampara nueva, la taza del váter cambiada, no había raya de mierda marrón por la pared… jaja un gran cambio. Lo malo, que la cama estaba desmontada y se necesitaba una llave inglesa (algo que no tenía) para montarla. Así que me dediqué a las 6 de la mañana a deshacer mi maleta, a montar cosas del IKEA que había dejado compradas la primera vez que vine… esperando a las 11.30 que había quedado con el banco (porque aquí te hacen una especie de “entrevista” para hacerte una cuenta bancaria, ya hablaremos más tarde de los bancos en Francia…). Alternaba entre sentarme en la única silla que había y el suelo directamente. Desayuné un batido de chocolate y unos croissants que había que había comprado en España (porque sabía que aquí no tenía nada). Hice tiempo hasta las 11.30 que tenía la “entrevista” con el banco.


Aplastando todo abajo xD

¡Colocado, cabe!

Arsenal de pastillas (entre mi tratamiento de asma, y medicamentos
básicos tipo "Paracetamol" porque aquí son muy caros).

Diferencia entre el "límite" de la maleta
y lo que llevaba


Mi habitación cuando llegué


Suelo de mi casa


Escaleras del piso

¡Estrechitos los escalones!




lunes, 24 de enero de 2011

Primera Visita Fugaz

Cuando te vas de Erasmus, (yo al menos) lo que principalmente piensas es “¿Dónde voy a vivir?”. Yo pensé en residencias del Crous (del estado, para jóvenes estudiantes, a precio reducido), compartir piso, etc. Habitación en una residencia es una posibilidad, ¿el problema? Me ofrecen una por unos 150€ al mes, pero con baños comunes. Comunes a toda la residencia. Yo, sintiéndolo mucho, soy demasiado asquerosita para compartir váter con tantas personas  todos los días. Y habitación con el baño propio no me lo conceden, un estudio del Crous tampoco. Opción descartada…
Tengo la suerte de conocer a una chica, Andrea, a la que quiero agradecerle (otra vez más) desde aquí toda su ayuda. Ella se fue de Erasmus el año anterior a esta ciudad y me aconseja , explica y da muchas informaciones, algo que es una gran ayuda y gran suerte, ¡ muchas personas habrían dado mucho por haber tenido algo así en su Erasmus!
Gracias a ella también contacto con el propietario que a ella le alquiló su estudio cuando estuvo aquí. Estudios en el centro de Burdeos a precios rentables. Además Andrea me da buenas referencias, suena bien. Finalmente, después de darle muchas vueltas a este tema, decido hacer una primera visita exprés en la que quedaré con el propietario para que me enseñe los estudios, y si es posible, volverme con las llaves a España para tenerlas aquí el primer día que llegue.
Para ese viaje cuento con la compañía de mi chico, Pascual, que sabe que me ayuda mucho que venga conmigo. Compramos los billetes, mochilas hechas, y al autobús. (Sí, autobús porque el avión es carísimo y el tren un lío). El bus sale a las 20.30h de Madrid, llegamos a las 5.45. Lo mejor es que aquí no hay estación de autobús, el bus nos deja en una rotonda cutre a la entrada. Pero yo me había informado, y sé que al lado hay una estación de trenes. La “misión” es sencilla (aparentemente): llegamos el lunes por la mañana, esperamos a que abran los bancos, abro una cuenta de banco, quedo con el propietario, veo el estudio, hago el contrato y a las 22.30 cogemos el bus de vuelta. Como ya he dicho, llegamos a las 5.45, es de noche y hace un frío impresionante. Nos vamos a la estación a refugiarnos, a hacer tiempo hasta que abran los bancos.
En la estación, lo normal a esas horas: poca gente y todos helados de frío. Decido preguntarle a un hombre dónde puedo encontrar bancos por Burdeos. El hombre, muy amablemente, me contesta a todas las preguntas, e incluso algunas veces vuelve a hablarme para añadir más información. Pasan las horas, y por fin cogemos el tranvía para ir a los bancos. Resumen de la mañana: No consigo abrir una cuenta porque todos los bancos me piden un justificante que acredite que vivo en Francia (la pescadilla que se muerde la cola, pienso en ese momento “necesito la cuenta para hacer el contrato pero para abrir la cuenta necesito un contrato de piso”).  Tenemos el encuentro con el propietario a las 14.00h, son las 10 y hemos terminado de hacer las cosas que teníamos que hacer. Así que decidimos aprovechar el tiempo y ver un poco la ciudad.
Mi primera impresión: Burdeos, una cuidad bonita, completa, la gente muy amable y muy educada. Pero la imaginaba más grande y algo más cosmopolita. Además, todos los edificios están ennegrecidos (al principio no sé la causa, después me explican que es por la contaminación), algo que afea bastante el panorama.
Comemos un bocadillo, porque después de los casi 9 euros “sajados” por dos desayunos bastante normales, cualquiera se fía. Así que, como en el campo: barra de pan y paquete de salchichón.
Hacemos tiempo, hasta que nos encontramos con el propietario. Un tipo muy peculiar a primera vista. Tenemos planeados ver dos estudios: Uno de 10m2 y otro de 25m2. Primero el pequeño: entramos al edificio, bastante viejo. Subimos escaleras y llegamos… Horror a primera vista. Paredes con centímetros de pintura desconchada, muebles, no viejos, sino casi rotos, olor desagradable, partes de la casa rotas… Una mirada entre Pascual y yo nos bastó para decirnos la opinión mutua.
Segundo estudio: muy cerquita del primero. Típica puerta azul, entramos al edificio, igual de antiguo que el primero. Subimos escalones, casi de caracol por cierto, y llegamos. Menuda diferencia,  y eso que éste ha llamado bastante la atención a mis amigos (no de manera positiva). Paredes sucias, muebles viejos, cocina en muy mal estado, caldera de antes de la guerra, suelo horrible, ventanas rajadas, habitación color “verde hospital deprimente” (con línea marrón de mierda siguiendo la cama incluida). Baño: horroroso. Desagradable, viejo, capas y capas de mierda hasta decir basta, mampara de la ducha que se sujeta con una cuerda, olor del váter igual que el de las cabinas de los baños que ponen en los conciertos… Pero el propietario a la vez me va diciendo “Esto lo vamos a cambiar, esto también, las paredes vamos a pintarlas, etc.” Andrea me dijo que a ella también se lo dijo, y que cumplió. Como tampoco he visto nada mejor, me lo quedo. “Misión” hecha: contrato firmado, fianza pagada, llaves en el bolso de vuelta a casa. Como nos sobra tiempo, vamos corriendo al IKEA a comprar cosas básicas. Volvemos, dejamos las cosas en el armario, y a la parada de bus otra vez. Llegamos a las 9, el bus sale a las 10.30 de la noche. Hora y media esperando, hora y media interminable de dolor en los pies por el frío, sumado al agotamiento (en el bus no hemos dormido nada y llevamos todo el día andando con la mochila a cuestas). Cuando cogemos (¡por fin!) el bus, después de hora y media de dolor de pies del frío, caigo tan rendida que a los pocos minutos me duermo.
Al llegar a casa, son las 8 de la mañana, estoy (estamos, Pascual y yo) bastante cansados y bastante desorientados por tantas horas sin dormir y andando, para más tarde dormir y llegar de noche a casa… Resultado, el día siguiente de cama, sofá y peli jeje (¡Cómo me gustan esos días!).
Mucha paliza sí, pero mereció la pena con tal de volver con la tranquilidad de tener unas llaves en el bolso, saber que llegaría aquí con un sitio ya donde ir.

Dejo algunas fotillos que hicimos en este primer viaje (en la última se ve bien la cara de cansancio jaja)






domingo, 23 de enero de 2011

¡Comienzo de la aventura!

Como muchos de vosotros habréis hecho, o tenéis en planes de hacer, este año es mi año Erasmus (Erasmus sí, no orgasmus). He decidido comenzar este blog porque me gustaría dejar constancia, aunque sea a modo personal, de mis vivencias en estos seis meses que pasaré fuera. El destino elegido: Burdeos, sur de Francia. (Bordeaux, en francés). Los comentarios recibidos cuando dije que me venía aquí han sido diversos, sobre todo de dos tipos: Primer tipo: “¡Anda, Francia, qué bonito!”. Segundo tipo: “¡Uf, no sabes dónde te metes, suerte con los gabachos!” o bien “¿A aguantar gabachos? ¿Estás loca?” o, tercer tipo (de mis compañeras sobre todo que ya han vivido la experiencia) “¡Ay qué bien! ¡Ya verás cómo te encanta, pero prepárate!”. De momento, me quedo con la tercera opción. Parto con la idea de que los franceses no son tan malos y horribles como dice aquí la mayoría de la gente, no me conviene ir con prejuicios en mente.


                                                  Sea como sea, estoy segura de que, sí, voy a tener que afrontar muchos problemas yo sola, y de que a veces me agobiaré y pasaré momentos angustiosos, pero también estoy segura de que me va a aportar muchísimo, tanto de manera personal como profesional. Son oportunidades que no se deben dejar pasar.